En el modelismo (en cualquiera de sus variantes) se conoce como diorama a la representación de escenarios de la vida real en maquetas a escala. Las posibilidades de un diorama son todas las imaginables: carreteras, calles, playas, campo, edificios...
Uno de los más recurrentes recursos son los desguaces o cementerios de vehículos.
Metiéndose por encima en este mundillo es conocen verdaderas obras de arte como "Epaves en liberté", representación de un desguace francés en el que se citan los galos más exitosos del siglo pasado.
Imagen de www.minitub43.com
Recurrentes son los espartanos 2CV de Citroën, así como modelos de más empaque como el Citroën 11, DS, GS. Es posible ver también otros como el Peugeot 404, Renault 4 o Panhard 24,
Imágenes de wrecks.free.fr
Como se ve, un desguace muy surtido.
Yo he estado haciendo uno que a falta de detalles está casi acabado. Lo presentaré convenientemente cuando esté terminado, pero mientras tanto, dejo aquí algunas imágenes:
Muchos de los coches que aparecen por suerte me han salido baratos. Es lo bueno que tiene estar atento a los mercadillos. No obstante, la moto del afilador la he fabricado con alambre, tratando de imitar a un Vespino Brisa.
Imagen de vespinarium.blogspot.com
El Brisa es el modelo menos ortodoxo de la gama Vespino, con un carenado más simple, un manillar de tubo en V, un faro no incorporado al manillar y suspensión por bieleta adoptada del Piaggio Ciao, en lugar de las horquillas telescópicas típicas del Vespino convencional.
Espero terminar pronto el diorama y que sea de su agrado.
Saludos.
jueves, 17 de enero de 2013
viernes, 11 de enero de 2013
La sucedida, sucesora.
Ya lo decía uno de mis grupos musicales preferidos, los Dire Straits:
Sometimes you're the windshield.
Sometimes you're the bug.
Y es que la vida da muchas vueltas. Así le ha ocurrido a mi máquina de escribir más antigua, una Olivetti Pluma 22 que comenzó su vida laboral como material de oficina del Ayuntamiento, y que tras años de servicio estuvo a punto de ser deshechada cuando tuvieron lugar obras de remodelación en el edificio municipal.
No sé exactamente cuando llegó a mis manos, pero es probable que en fechas cercanas al cambio de siglo. Yo por entonces no tenía ni diez años, y mi padre se hizo con el viejo artefacto verde. Seguro que estaba convencido de que me gustaría. Y así era, pero a esa edad yo tenía nociones de cuidar las cosas. No es que me dedicara a destruir todo objeto a mi paso, pero palabras como "mantenimiento" no entraban en mi vocabulario.
Con la máquina hice el equivalente narrativo de los cómic de Mortadelo y Filemón que por entonces coleccionaba (el detonante fue el interés de mi madre porque leyera algo, pero eso es otra historia).
Por entonces, la Olivetti ya presentaba múltiples heridas de guerra: su verde desvaído presentaba desconchones y faltaban piezas que yo no echaba de menos, como la palanca para cambiar de línea. Pese a todo, era mi máquina de escribir, la mejor del mundo.
El complejo mecanismo de la máquina impedía que mi padre y yo la reparáramos cuando se rompió la cuerda del carro, así que en las siguientes Navidades le sustituyó un ordenador, creo que un LG que resistió hasta el pasado 2012. Desde entonces utilizo el portátil de mi madre.
Recibí como regalo dos máquinas que pertenecían a la familia, pero echaba de menos mi vieja Pluma 22, así que la saqué del hueco donde llevaba años, junto al ordenador averiado
Un rápido reconocimiento para recordarla un poco:
Un seguro para el teclado que no sabía que existía y me supuso un comecocos localizarlo:
El seguro del carro, que no funciona:
Así es como el día 2 de este mes me animé a ponerla en marcha:
He aquí la cuerda rota, junto con el rodillo en el que gira. En el interior del rodillo hay un muelle que mantiene la tensión de la cuerda, y por tanto, el carro.
Un tornillo que sujeta el chasis de la máquina, junto con el número de serie troquelado: 180374.
Manos a la obra.
Lo primero que hago es desmontar el rodillo y quitarle la tapa, para lo cual no quedó más remedio que maltratarla un poco y doblar una patilla que lleva para que no se salta sola. Hecho esto, la tapa se gira y sale, con el muelle que guarda en su interior.
Por suerte no tuve que ir a la ferretería, porque ya guardaba hilo de carta de hacerle el paralelo al coche:
Tras esto, el proceso fue montar el rodillo, llevar al carro a una posición que me permitiera trabajar con comodidad y atar la cuerda al lugar preparado para ello, con cuidado de mantener la tensión del rodillo con la otra mano.
Fue lo más difícil, porque dos veces cuando el carro llegaba al final de su recorrido el muelle del rodillo se quedaba sin tensión. Al final, bastante harto, empalmé un trozo más de cuerda y le di varias vueltas al rodillo para asegurarme de su tensión.
Después llegó lo divertido: mancharse las manos. Para eso tenía un bidón de gasolina, una brocha y un pincel, con los que embadurné bien los mecanismos de la Olivetti. La carcasa quedó aceptable con agua y jabón, y las dejé secar al Sol:
Después del proceso de limpieza, vino a rematar la faena el aceite. Mi padre me trajo este, que según él, va mejor que el 3 en 1, que es más volátil.
Tras el engrase, se volvió a montar y recibió una cinta de tinta nueva. Por desgracia solo tengo un tornillo de carretes para mis dos Olivetti, así que se van turnándolo, hasta que encuentre más.
A la Pluma 22 aún le falta la palanca de cambio de línea, le sigue sin funcionar el seguro del carro y el tope del carro izquierdo sigue siendo de adorno, pero volver a ver aparecer letras detrás de sus curvas verdes es fenomenal.
Espero que al que lo haya leído le haya gustado la primera entrada consistente del blog.
Un saludo.
miércoles, 9 de enero de 2013
En un lugar de mi teclado
Blog-Cajón de sastre donde tiene lugar todo tipo de información: literatura, tecnología, arte, todo tiene cabida en este lugar de mi teclado que espero que resulte interesante para aquellos que lo visiten.
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